Leyendas ancestrales
11.08.2012 12:39
EL PRIMER TOREO DE LA VINCHA
Allá por el año 1779/1780 gobernaba el pueblo de Cochinoca el Cacique Pedro Quipildor, en ese año Pantaleón de la Cruz Tabarca con 14 años de edad es llevado a Casabindo junto a su madre y sus 2 hermanos a solicitud del cacique Quipildor.
Pântaleon a muy corta edad fue enviado al curato de Humahuaca para aprender las ciencias matemáticas y astronomía, en los horarios e...
xtras los oficios de herrero y talabartero. Pero su espíritu vivaz e indomable, desconoce murallas y cercos de alambres, escapando de la misión cuantas veces quiso. Muy pronto aprende a interpretar la escritura de los españoles, por eso sabe de la religión cristiana y está convencido que los invasores no actúan conforme a las leyes de dios ni a las leyes indias impuestas por los Reyes Católicos. Está cuestión la había planteado una y otra vez a los curas de la Misión de Humahuaca, quienes atormentados por su vivacidad y sabiduría optaron por enviarlo de nuevo a Cochinoca.
Al cumplir los 15 años su padre le regalo una vincha adornado con quintos de plata traídos de >Potosí por haber cazado su primer puma que amenazaba de muerte a su madre y a uno de sus hermanos.
Cuando cumplió los 17 años, era un líder autentico, descendiente de Pedro Quipildor y tataranieto de Tabarca, antiguo jefe de los Cochinocas. Era más alto que los compañeros de su edad, sus ojos eran dos brazas ardientes cuando estaba furioso y dos lagunas mansas cuando contemplaba a sus queridos; dos hilera de blancos dientes se contraponen con el rostro moreno y el pelo lacio le llegaban hasta los hombros.
La idea de Libertad que proclamaba José Gabriel Tupác Amaru había llegado a los oídos de Pantaleón. Esa idea de libertad y de justicia que reclamaba América desde 1492, cuando los nativos empezaron a ser ultrajados, humillados y cruelmente asesinados. Nada enfurecía más a Pantaleón como el maltrato de los nativos por parte de los encomenderos; más de una vez había interpuesto su cuerpo entre el látigo del opresor y el maltrecho cuerpo de algún trabajador, al momento que explicaba razones y pedía justicia sin gritos no arrogancia. Esto molesta a los encomenderos hasta encarcelar a Panta por un delito que no cometió y es obligado a trabajar en las más duras faenas; situación que le hace observar de cerca, los horribles padecimientos de los hombres nativos; entonces comienza a hablar con ellos de justicia y libertad. Enterado de esta pretensión lo aíslan en una habitación para que no puedan comunicarse con él; entonces, él camino de ida al trabajo y durante el regreso la idea se iba esparciendo. Enterado también de esta maniobra obligan a Pantaleón de la Cruz a caminar solo, detrás del grupo, amordazado y las manos atadas.
La gente miraba y luego comenzó a hablar de justicia de Dios y de los Reyes; esto no fue bueno: tampoco fue bueno exponer a Pantaleón a esa marginación; entonces fue cuando el sacerdote ordeno sacar la imagen de la Virgen de la Asunción y la pusieron al frente: ello impide a hablar entre ellos y con la virgencita se olvidan de los dolores y padecimientos. Rezaban y cantaban todos los días. Todos los días iban y venían junto a la imagen con Pantaleón de la Cruz Tabarca amordazado y las manos atrás, atadas.
Se acerca el 15 de agosto, la fiesta de la Virgen de la Asunción que ya se festejaba en Casabindo. El joven Panta día, a día se debilitaba mas, no lo alimentaban bien y los tientos habían provocado heridas en sus manos, sus pies encallecidos sangraban por momentos. De hecho concluyen que no lo dejarían vivir y decide escapar; elige el día 14 de agosto a la noche por que seguramente los carceleros estarían de fiesta en su mayoría. Aprovechando la oscuridad abandona Casabindo y se dirige hacia el norte. Pero es sorprendido por hombres a caballo a la altura de lo que hoy es Doncellas a la mañana del 15 de agosto. Como a las 3 de la tarde, en plena fiesta de la Virgen en la puerta de la iglesia los hombres a caballo, él a pie; manos atadas, un extremo entrelazado en el cuello; la cara golpeada el cuerpo ensangrentado le hace entrar a la Plaza Central. La intención es mostrar de lección las actitudes de Pantaleón, borrar las ideas de justicia y libertad, pero grande fue la sorpresa cuando escucharon a gritar ¡¡¡¡¡PANTA!!!!! ¡¡¡¡ PANTA!!!! Esto provoco la ira de los opresores, quienes ordenaron echar 2 bravos toros a la plaza donde estaba él, con la vincha en la cabeza, destellando en su pecho una fuerza que no lo tenía. Ningún toro se atrevió a envestirlo para admiración de todos; en ese momento Pantaleón de la Cruz grita a los 4 vientos Liberta…. libertad…. Un encomendero ordena quitarle su preciada vincha, esa que era como su alma, y a colocarla en las atas en uno de los toros. Un grito estridente resonó en la Región, es grito de guerra que guardó por mucho tiempo en sus entrañas, con la Virgen de la Asunción en la puerta de la iglesia, este valiente rey de reyes enviste al toro en busca de su amada vincha cuando recibe un cornazo; con la vincha en sus manos recibe un golpe mortal del otro toro; ¡El silencio era total! ¡Panta se arrastra… se acerca a la puerta de la Iglesia, todo ensangrentado; levanta su cabeza, con mirada suplicante, movimientos de labios incomprensible, se encomienda a su Virgencita; primero unos pocos dicen libertad, pero al instante, un grito ensordecedor pronunciaba la palabra libertad; mientras que a Pantaleón de la Cruz Tabarca se le caía la vincha y con ella el último aliento de su vida. El pueblo con lágrimas en sus ojos, con las manos en alto, gritaba libertad ese día; hasta que ya no pudo.
Autor: Eusebio Ciares. Agosto 2.005
Al cumplir los 15 años su padre le regalo una vincha adornado con quintos de plata traídos de >Potosí por haber cazado su primer puma que amenazaba de muerte a su madre y a uno de sus hermanos.
Cuando cumplió los 17 años, era un líder autentico, descendiente de Pedro Quipildor y tataranieto de Tabarca, antiguo jefe de los Cochinocas. Era más alto que los compañeros de su edad, sus ojos eran dos brazas ardientes cuando estaba furioso y dos lagunas mansas cuando contemplaba a sus queridos; dos hilera de blancos dientes se contraponen con el rostro moreno y el pelo lacio le llegaban hasta los hombros.
La idea de Libertad que proclamaba José Gabriel Tupác Amaru había llegado a los oídos de Pantaleón. Esa idea de libertad y de justicia que reclamaba América desde 1492, cuando los nativos empezaron a ser ultrajados, humillados y cruelmente asesinados. Nada enfurecía más a Pantaleón como el maltrato de los nativos por parte de los encomenderos; más de una vez había interpuesto su cuerpo entre el látigo del opresor y el maltrecho cuerpo de algún trabajador, al momento que explicaba razones y pedía justicia sin gritos no arrogancia. Esto molesta a los encomenderos hasta encarcelar a Panta por un delito que no cometió y es obligado a trabajar en las más duras faenas; situación que le hace observar de cerca, los horribles padecimientos de los hombres nativos; entonces comienza a hablar con ellos de justicia y libertad. Enterado de esta pretensión lo aíslan en una habitación para que no puedan comunicarse con él; entonces, él camino de ida al trabajo y durante el regreso la idea se iba esparciendo. Enterado también de esta maniobra obligan a Pantaleón de la Cruz a caminar solo, detrás del grupo, amordazado y las manos atadas.
La gente miraba y luego comenzó a hablar de justicia de Dios y de los Reyes; esto no fue bueno: tampoco fue bueno exponer a Pantaleón a esa marginación; entonces fue cuando el sacerdote ordeno sacar la imagen de la Virgen de la Asunción y la pusieron al frente: ello impide a hablar entre ellos y con la virgencita se olvidan de los dolores y padecimientos. Rezaban y cantaban todos los días. Todos los días iban y venían junto a la imagen con Pantaleón de la Cruz Tabarca amordazado y las manos atrás, atadas.
Se acerca el 15 de agosto, la fiesta de la Virgen de la Asunción que ya se festejaba en Casabindo. El joven Panta día, a día se debilitaba mas, no lo alimentaban bien y los tientos habían provocado heridas en sus manos, sus pies encallecidos sangraban por momentos. De hecho concluyen que no lo dejarían vivir y decide escapar; elige el día 14 de agosto a la noche por que seguramente los carceleros estarían de fiesta en su mayoría. Aprovechando la oscuridad abandona Casabindo y se dirige hacia el norte. Pero es sorprendido por hombres a caballo a la altura de lo que hoy es Doncellas a la mañana del 15 de agosto. Como a las 3 de la tarde, en plena fiesta de la Virgen en la puerta de la iglesia los hombres a caballo, él a pie; manos atadas, un extremo entrelazado en el cuello; la cara golpeada el cuerpo ensangrentado le hace entrar a la Plaza Central. La intención es mostrar de lección las actitudes de Pantaleón, borrar las ideas de justicia y libertad, pero grande fue la sorpresa cuando escucharon a gritar ¡¡¡¡¡PANTA!!!!! ¡¡¡¡ PANTA!!!! Esto provoco la ira de los opresores, quienes ordenaron echar 2 bravos toros a la plaza donde estaba él, con la vincha en la cabeza, destellando en su pecho una fuerza que no lo tenía. Ningún toro se atrevió a envestirlo para admiración de todos; en ese momento Pantaleón de la Cruz grita a los 4 vientos Liberta…. libertad…. Un encomendero ordena quitarle su preciada vincha, esa que era como su alma, y a colocarla en las atas en uno de los toros. Un grito estridente resonó en la Región, es grito de guerra que guardó por mucho tiempo en sus entrañas, con la Virgen de la Asunción en la puerta de la iglesia, este valiente rey de reyes enviste al toro en busca de su amada vincha cuando recibe un cornazo; con la vincha en sus manos recibe un golpe mortal del otro toro; ¡El silencio era total! ¡Panta se arrastra… se acerca a la puerta de la Iglesia, todo ensangrentado; levanta su cabeza, con mirada suplicante, movimientos de labios incomprensible, se encomienda a su Virgencita; primero unos pocos dicen libertad, pero al instante, un grito ensordecedor pronunciaba la palabra libertad; mientras que a Pantaleón de la Cruz Tabarca se le caía la vincha y con ella el último aliento de su vida. El pueblo con lágrimas en sus ojos, con las manos en alto, gritaba libertad ese día; hasta que ya no pudo.
Autor: Eusebio Ciares. Agosto 2.005